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Carta a mi selección.

Estamos cerca, tan cerca Perú, estamos a dos respiros de estar en Rusia. Después de 35 años, el maleficio se acabó. Estamos en las eliminatorias, la tensión lo vivimos 31 millones de habitantes y un gatito peruano (nada que perro peruano, ellos me caen mal, se pueden ir a acompañar a Chile si quieren) que alentó ayer a la selección, que celebró el gol hasta que le salieron ampollas en la garganta, ni una bola de pelo me había hecho sufrir tanto, como ver el partido de ayer contra Colombia. Este sentimiento es un hechizo, un hechizo que ha recorrido el país, que se ha metido en cada pecho y ha hecho que nos unamos una vez más, todos con un solo corazón, con un mismo aliento, con un mismo maullido. ¡grrr!

¡Qué tal partido se jugaron! Pero ya está. Ya pasó. Ahora sólo queda mirar hacia adelante, y adelante está el partido con Nueva Zelanda, y justo de eso quiere hablarles este gatito que no es más que otro hincha que pide que nos regalen una victoria, porque en realidad nos estarían regalando mucho más: regálennos un cuento que contarle a nuestros cachorros cuando lleguen. Regálennos brillo en los ojos para que cuando nuestros nietos nos pidan contarles un cuento mágico, podamos contarles cómo hicimos temblar a esas islas hasta que se sumergieron.

Jueguen con el alma, porque mientras ustedes están allá, triunfando, nosotros acá estaremos quebrándonos la garganta y tomando las calles, no para protestar ni quejarnos, como solemos hacerlo, sino para festejar. Rompan las redes del arco contrincante y defiendan el nuestro, como si fuese el último partido de sus vidas, aunque quien sabe, tal vez sea el primero de esta nueva historia, la historia de Perú en la clasificatoria del mundial Rusia 2018.

¡VAMOS PERÚ CARAJO! ¡Nada que la bolita de lana humano! No me distraigas que ahora toda mi atención está en perseguir esa pelota en la cancha.

Dejen sus vidas en la cancha, que sobre el pecho llevan todas mis 7 vidas.




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